Quisiera recordar.
Quisiera poder recordar mi pasado, develar el por qué de las tantas estructuras que mi mente se auto-impone.
Poder recordar mis progresos y no-tan progresos, hallar las causas y factores, poder revivir algún momento y sensación inconclusamente evadida.
Quisiera poder recordar como era mi relación con la comida antes; como eran aquellos veranos que han quedado atrás.Esos veranos, en los que empezaba a cambiar mi modo de ver la vida, en los que ya no la veía como un pasaje libre a la diversión sino como una constante penuria, como una eterna persecuta.
Quisiera poder recordar como eran aquellos días en los que, aún viéndome mal, odiándome, ocultándome, no le atribuía la culpa a la comida. O mejor dicho: la comida no me traía culpa a mí. (¿Se le puede llamar ingenuidad, acaso?)
Quisiera poder recordar cómo era que podía comer tranquilamente, y no solo comer, sino disfrutar de ese momento en la mesa, instantes antes de ir a la playa, sin pasar agonizantes minutos y horas debatiendo conmigo misma que eso que estaba haciendo lo lamentaría por el resto del día.Es que a los 14 años... no, quizás no, es un hecho: no estaba como ahora. Podía comer tranquilamente que nunca notaría un cambio en cuanto algo sólido ingresara a mi cuerpo.Era, quizás, hasta feliz, compartiendo la mesa. ¡Compartiendo la mesa, dije! ¡Ja, ja, ja! Hasta me parece literalmente imposible, hasta lo veo como algo inalcanzable, algo que no sucede hace años y que nunca, nunca, va a suceder. Al menos no con mi familia, no hasta que forme la mía, pero para eso falta demasiado. Lo único que sé, es que así no soporto ni una comida en una mesa con mi familia ni con nadie, no lo soporto, me parece insoportable sentarme a comer a la mesa. Es que eso en mi casa nunca existió.
Quisiera poder recordar si es que alguna vez tuve un pasado feliz, aunque mi mente siga oponiendo firme resistencia en retornar al pasado.
Quisiera recordar...
Quisiera recordar...
...Pero no puedo.