La luz se cuela gradualmente por entre los resquicios de la ventana, pero es la luz blanquecina de un día nublado. Otro día de lluvia. Otro día sin sol.
Las gotas resbalan por el vidrio y el frío se hace extremamente intenso, casi palpable; el templo gélido en el que sobrevivo se hace cada vez mas insoportable, más inhumano.
A lo lejos suena un teléfono; no respondo. No salgo de mí, no quiero ninguna comunicación con el mundo exterior. Suena la bocina de un auto en la lejanía, pero no reacciono. El día sigue avanzando, las horas pasan lenta y agonizantemente, y yo sigo recostada en este lecho de la muerte, en esta casa vacía, en esta oscuridad creciente.
Quiero levantarme, pero no puedo; siento que no tengo fuerzas, no quiero, no quiero despertar; déjenme dormir, déjenme seguir durmiendo, por favor, no permitan que me despierte, no quiero... ya sé lo que me espera, ya sé lo que se avecina...
Pero el mundo me llama.
Me llama mi mejor amiga y me ofrece una salida a la plaza. <<>
Pero esto no puedo evitarlo. Hace tres días Él me ha llamado, y no puedo decirle que no. Èl me tiene dominada, presa en su encanto; y aunque cada vez que viene o que yo voy a verle es una guerra perdida, un penoso Ida y Vuelta, otra horrible frustración, así y todo; no puedo decirle que no.
Viene él a visitarme. Debo ir a recibirlo. Que terrible, no tengo ánimos ni fuerzas, por favor, no quiero salir a la calle, tengo miedo, tengo miedo de que me vean, no quiero nada, quiero dormir... pero no puedo. Ya está llegando y yo debo ir a buscarlo.
Y me levanto, y me abrigo del frío que lastima mis manos y mis pies, y muy a mi pesar tengo que calzarme mi mejor disfraz de Arlequín y simular que estoy viva. A cada minuto lo sufro como una eternidad; cada segundo que pasa es un siglo que deseo desistir, que deseo irme bien lejos. Pero, nuevamente, no puedo hacerlo.
Y él llega. Y, como siempre, me pinta un mundo color de rosas. Y me dice que salgamos a comer, que vayamos a tomar un café, que seamos dos en uno. Al principio lo soporto... es muy difícil, y sobrevivo un día o dos, como mucho. Pero ya no resisto tantas exigencias, y tantas atenciones que presupone él y sus visitas...
Muy a mi pesar, odiándome con todo mi ser, allí aparece un nuevo personaje acechándome, simpre presente pero camuflado, que toma fuerza y vigor cuando Él está conmigo: La Tentación, mi enemiga, que me persigue a cada paso, me hace delirar, me obliga a desearla y a la vez repugnarla totalmente.
Y entonces Él no sólo se queda un día, sino por lo menos cinco o siete, y cada hora que pasa debo dedicársela; y así, huyo de mi guarida, ese mundo oscuro y helado en el que tanto me costó vivir estas últimas semanas... todo para qué... para que Él venga y me haga creer que puedo ser feliz... y luego se vaya, me deje sola, sola conmigo y con mi Eterna Enemiga royendo mis pensamientos, rondando día y noche hasta completar otra semana de agonía, persiguiéndome y matándome de a poco.... sé que será así, siempre es así, siempre ocurre lo mismo...
Y llega el día que Él se va...
...Te vas, te vas de nuevo, volvés a dejarme sola. Y yo quedo tirada, odiándome, detestando todo, perdiéndome de nuevo de vivir para volver a caer en la misma basura, y para volver a prometerme que no volveré a hacerlo... que la semana que viene volveré a intentarlo... que todo volverá a ser como antes...
Pero no es cierto.
Él volverá, y yo volveré a intentarlo, y otra vez volveré a caer.
Y otra vez, volveré a mi mundo de oscuridad, de encierro, de frío eterno, de torturante soledad.
Y así, creyendo que alguna vez tendré el control de mí misma... así sigo sobreviviendo.
Otro día de debilidad.
Otro nuevo día de espectativas frustradas.
Otro día de dolor.
Por favor, déjenme dormir. Pero esta vez, no me obliguen a despertar.